Siguen apareciendo, a nivel nacional e internacional, denuncias que corroboran una práctica sistemática de abusos psicológicos, físicos y sexuales por parte de diversas congregaciones religiosas contra alumnos.

Estamos ante un mal sistémico que requiere una política de reparación. En este caso, los ministerios de Educación tienen una responsabilidad, deberían velar por la salud física y mental de los educandos y, en esa medida, haría bien en establecer políticas de supervisión de aquello que sucede detrás en los colegios religiosos.


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