Lo ocurrido recientemente en San Juan de Lurigancho es una muestra de lo ineficiente que es Sedapal como una empresa de servicios pública. Se debe tomar una decisión estratégica para el Perú: entregar a un concesionario privado una compañía sin capacidad de inversión. El problema no son solo los actuales usuarios del servicio de agua potable y desagüe, sino aquellos que no tienen este servicio porque la estatal no tiene espaldas financieras ni apetito de inversión para lograr ese propósito. Es mentira que si Sedapal se privatiza, subirían las tarifas exageradamente, pues al ser un servicio monopólico estaría bajo la supervisión de la Sunass.