La lucha anticorrupción es un desmadre. Fiscales y procuradores se contradicen, se pelotean, y todo ello favorece a la impunidad. Unos ajustan a Odebrecht y otros son flexibles con la empresa. El gobierno debe liderar la lucha contra la corrupción y orientar el derrotero que está siguiendo el caso. A un gobierno como el de Vizcarra, tan alicaído en las encuestas, le haría bien capitalizar políticamente de modo sensato, racional y justo el proceso anticorrupción, y podría mejorar sus índices de aprobación.